Hoy no los saludaré como siempre. Este diario es más bien una despedida a un ser querido que vi crecer, ya que era "el sobrino-hijo" de @solperez, mi mujer. 

<center> La muerte de un joven peregrino</center> 

<div class="text-justify">Alguien puede escoger quedarse en su pueblo para siempre, y hay otros que pueden escoger  salir a conocer otros lares.

Algunos tienen en su tierra todo lo que necesitan para vivir bien, y sin embargo, sienten la necesidad de salir a tener las vivencias de otros caminos.

Pero cuando las condiciones de vida son adversas, también algunos deciden quedarse a pelear o a morir en su tierra; y  otros se lanzan a la lucha de conocer otros mundos, a rodar por otras tierras, con su pequeño morral, y un  puñado  de sueños en el corazón.

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Anthony Ferrer Pérez, es uno de esos jóvenes venezolanos  que no vio posibilidades en el país de salir adelante, se graduó de bachiller y entró en la universidad a estudiar Educación Física; la universidad dejó de funcionar poco a poco por falta de presupuesto, luego consiguió trabajo como entrenador y el sueldo no alcanzaba ni para comer.

Trabajó como vigilante, cocinero y portero...

Pero el quería vestir decentemente, poder afeitarse, usar un perfume que agradara a las muchachas, tener algún día su propia familia (¿será que eso es vanidad, o un pecado?)

Y se fue con 26 años a  luchar como peregrino, y no es que no tuviera miedo; tenía mucho miedo, eran  casi dos mil kilómetros que lo alejarían del cordón umbilical, de su zona de confort, de los brazos  amorosos de la madre que le rogaban que no se fuera y lo ponían al tanto de todos los peligros que tendría que afrontar.

Pero de todos modos se aventuró el joven peregrino, con otros soñadores de su pueblo, con una descolorida franela pasada de moda, unos bluyines con parchos, y una mirada brillante, llena de vida, y un corazón, capaz de enfrentarse al miedo de los caminos desconocidos.

Iba ganando la lucha de la vida de peregrino, se compró un colchón, unos lentes de sol, un teléfono, un televisor, una ropa decente, alquiló una habitación individual, y comenzó a mandar dinero a su familia, ya dentro de poco podría seguir más al sur, donde crecían mejores los sueños.

Pero vino la peste y atacó su cuerpo. Luchó y luchó como un peregrino valiente, fueron muchos días de fiebre, de una tos que no lo dejaba respirar, noches de insomnio y soledades, pero al final la peste acabó con el cuerpo y los sueños del joven peregrino.

Mucha gente pudieran decir que hubiese sido mejor quedarse; que fue por mucho y lo que consiguió fue la muerte. 

Yo no les diré si tienen razón o no, pero sí, que un hombre tiene el derecho de luchar por sus ilusiones, de no quedarse en el deseo, sino de combatir con las armas que él escoja, les diré, además, que Anthony luchó con valor por su vida y sus sueños, nadie podrá decir que fue un conformista ni un cobarde.

A Anthony le gustaba beber y fumar, y juntaba la noche con el día en largas noches de juerga, y solo en esos momentos era conversador y reía como loco, porque normalmente era muy serio y callado.

Disfrutó su corta vida y la alargó las noches como si hubiese conocido su futuro.

Murió a los 27 años, vivió intensamente, y luchó con valentía.</div>

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