Este tema puede parecer banal o demasiado cotidiano.  Vamos a hacer el esfuerzo de encumbrar a la arepa a un sitial más apropiado a ver qué pasa. 

Este podría decirse que es el alimento primordial del venezolano, en el desayuno o la cena siempre ha sido la invitada principal. Este es un alimento muy versatil pega con todo y se puede comer  frita o asada y hasta con azúcar y anís para hacer arepitas dulces, aquí en el llano, las llaman orejitas porque al hacerlas, luego de que abomban la aplastan y doblan y parecen una oreja.  Es normal que sean expendidas en locales acondicionados para ello, las llamadas areperas. 

Puede ser la prueba para saber si una persona está preparada para vivir sola, "no sabe hacer ni una arepa" y es hasta motivo de juego en reuniones familiares, donde ésta nunca falta pero a los hacedores no siempre le quedan redondas.  Con poca masa, con mucha masa, anchas, muy delgadas, cada quien tiene su forma de pedirla. 

No puedo tocar este tema sin dejar de evocar un recuerdo lejano y era que mi madre hacía arepas para vender, cada noche sancochaba maíz pilado y al día siguiente a las cinco de la mañana salía a un molino cercano para desintegrar el grano, amasar vigorosamente  y luego a darle la forma a  las arepas y colocarlas en el  fogón. 

Se escribe fácil pero era realmente un proceso, porque a veces la leña no quería prender y otras se consumía muy pronto, y había que hender más, fueron muchas las veces que la vi con el hacha en ese esfuerzo agobiante, atizando el fogón, y tostando su piel en esa faena  diaria. 

 A mí me tocaba rasparlas, o sea, quitarles lo tostado que se les pegaba por encima, algunas quedaban más negritas, ésas eran mis preferidas, con mantequilla y queso rallado,  a veces en el presente, dejó pasar de candela un poquito las arepas, las raspo igual, a ver si llego a obtener el mismo gusto, pero no, los sabores de la infancia no se recuperan. 

Mi mamá vendía las arepas a medio, o sea, un cuarto de bolívar, las monedas de ese entonces eran: 5 centimos, (comprábamos tres caramelos) a esta moneda se le llamaba “puya”; la locha, que eran doce sentimos y medio; el medio que equivalía a 25 céntimos; el real, 50 céntimos, el bolívar, cien céntimos, y el fuerte o cachete que valía cinco bolívares. Al comienzo eran de plata y después de níquel.  Pero yo iba a hablarles era de la arepa. 

Esas arepas, pequeñas, redondas y abombadas tenían buena clientela, pero un día mi mamá consideró que era el momento de quitarse de encima el trabajo de sancochar el maíz e ir todos los días a moler, y comenzó a hacerlas de harina P.A,N y aunque usted no lo crea, la clientela bajó, no querían ésas, la gente no aceptaba ni el sabor, ni la consistencia y entonces hubo que cambiar de actividad. 

Actualmente las cosas han cambiado y nos ha tocado el proceso a la inversa, explicarles a nuestros pequeños el proceso de creación de una harina artesanal para hacerlas, o inventarlas de   auyama, plátano, ocumo o lo que se nos ocurra, porque la creatividad para solucionar y mantener las tradiciones es el sentimiento que nos acompaña en el presente, la arepa seguirá presente de alguna manera, inclusive hay quien dice que nunca se había dado cuenta de cuál era el verdadero sabor del maíz  hasta ahora,  que le tocó comerla sola, porque “No hay mejor condimento que el hambre, ni mejor almohada que el sueño”.

Todo esta historia no es más que un intento mío para hacerle antesala a este cuadro donde quise hacerle su homenaje junto a la mujer trabajadora.

Es un óleo sobre lienzo de mi autoría.![arepera.jpg](https://steemitimages.com/DQmWo2inhgbrMU3KGkyjTrhT91es567tpHEUDg5QapFRYhs/arepera.jpg)