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<a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Pomba_Gira" target="_blank">A Pomba Gira</a>

Una simple culebrilla. De ésas que hacen que los mismos médicos te manden al curandero, yendo en contra de sus intereses gremiales, siempre y cuando gocen de una cuota considerable de grandeza. Una inocente erupción cutánea que de a poco se apoderaba del torso celulítico de Baroffio, y que al coparlo habría copado la persona toda del desquiciado, según la tradición local. Se llama muerte. Y la acción de agredir extrasensorialmente al prójimo provocándole ese sarpullido creciente se llama salar. Así, Baroffio insistía en que lo habían salado, y que esa gestión estaba más allá de las no poco despreciables facultades de la Blanco. “Me mandó a un curandero en el Monte que me la va a sacar como si fuera la tapa de un yogur”.

Muy pocos de los vidiotas del sureste conocen las playas del Monte. Se lo pierden. Del otro lado del cerro aparecen esas calas con una arena suave y un silencio profundo, a minutos de la Parte Vieja, con esto de los accesos. Arcos bien definidos de polvillo blanco que empiezan donde termina alguna callecita sinuosa y soleada, y acaban en un pequeño acantilado gordito. Antes del verano tienen muy poco uso, de día. Un largo espacio vacío, limpio, al sol, desde aquí hasta allá, con las olitas oscuras lamiéndole los pies. Santa Clementina y Playa Angulo duermen plácidas, infantiles, su francachela. Y La Vid les sonríe con ternura desde la puerta entornada. Y de noche: a bailar, descaderadas. Huella sobre huella se desdibuja la tranquilidad plana, y el blanco parejo se vuelve un barrial.

Son las meigas. La cara voluptuosa de la ciudad. Las doncellas de la Manuela y los faunos que las siguen. Túnicas blancas levemente ásperas, justo para enardecer los pezoncitos. Pelos crespos pero también móviles. Ancas llenas peleando con el lino. Giran y giran, y ululan, y depositan fruta alrededor de las velas, y tiran flores al mar. Algún día especial desangran una gallina degollada. Los 4 patas han caído en desuso. Son caros.

Y se transforman. Eso dice Baroffio, y yo le creo. Ruedan hasta que dejan de ser ellos y son Oshún, Rancatoco, Pomba Gira, Logum Edé. A veces se cubren las caras en un extraño gesto de pudor.