Madame Ágora by nachomolina

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· @nachomolina ·
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Madame Ágora
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#### Madame Ágora

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<center><sub>**-:-**</sub></center>

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<sub>**(Al marco de una entrevista telefónica):**</sub>

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> _ Buenas, ¿Con quién tengo el gusto? <sub>(Hablé)</sub>
_ Soy la madame Ágora
_ ¡Saludos!. Le hablo para referir mi intención a optar por el trabajo ofrecido...
_ Me urge enormemente... <sub>(Respondió con voz lastimera)</sub>
_ Ok, me dirigiré para allá en este momento
_ ¡Sigo enredada!, sostenida apenas... <sub>(Continuó en trágico tono)</sub>
_ ... ?
_ ¡Apresúrese, por favor!...
_ Eeeh!.., Seguro, voy en camino...

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<center><sub>**-:-**</sub></center>

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Colgué el auricular y me apresuré en buscar mis útiles. Me puse la faja lumbar y las botas industriales con punta de hierro. A toda marcha con la carreta a rastras. ¡Rumbo a donde el deber me llama...! Dije, no sin antes detenerme a pensar, en la extraña voz de la madame...
 
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Por primera vez deambulaba yo en aquella zona rural. Solo guiado por la intuición y en base al recuento telefónico sostenido con "Madame Ágora", como única orientación del sitio al cual me dirigía. Estando en la bocacalle de un terraplén sin pavimento donde estrechamente las fachadas circunvalaban la empinada acera peatonal, sentí vértigo y un inestable comportamiento del suelo, como si ligeramente acabara de temblar. Hecha de cascajos, la caminera, prolongada y curvilínea añadía sutil decoro al idílico paisaje, pero, sumido en la sospecha, me amilané, dedicado a caminar con cautela por la interminable manzana de residenciales, un tanto desamparadas, las cuales parecían estar removidas de su cimiento. Para un peatón casual, el cual era mi caso, se hacía extraño rondar por aquel pabellón de viviendas ubicadas en un apartado lote de terreno. Consistente de una elevación huérfana, al pie de un acantilado. ¡Yo trataba de dar con la dirección de la casa quinta, ubicada frente a la escuela!. Lugar donde me habían citado. No podía deducir a donde conducía la prolongación de aquel camino Real, tragado por raíces y mala hierba, matojos que me impedían ver. Además, al transitar por la semicurva, me era imposible atinar con la vista o tan siquiera intentar adivinar lo que habría luego del punto ciego. Algunas casas tenían los pórticos de machihembrado, doblados troncos maderos a manera de puntales corona. Cercos de malla ciclón decorados con vegetación prominente ladeados a tercio. Otras eran de diseño igualmente campestre, pero con ficus ornamentales sin poda y pinos canadienses arqueados delimitando los linderos, todo en el más franco abandono. ¡Entretanto, yo seguía de transeúnte!, admirado por tanto esbozo ecológico de cabañas desoladas y tranquilas, plácidas e indistintas. Rodeadas de imperante yerma, como si por coincidencia, todos se hubieran puesto de acuerdo en salir de viaje en aquel día y hora exactos. Dejando la villa, tan sola, como un pueblo fantasma a mitad de la nada.

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Luego de culminar el orbital recorrido por la cuadra. En esquivo del promontorio visual que acentuaba la pendiente y hacía parecer que las casa se me venían encima. ¡Finalmente divisé la escuela!. Fue mi asombro, ver aquel pequeño módulo de dos salas con tan solo una portezuela principal y un cerco hecho de fustes viejos, donde pendía una tablilla con la proclama; “Centro educativo”. Un emporio, solo, extremadamente solo, al igual que el resto de la comuna. Era una espesa fronda de flores blancas desprendidas de un soto magnolias que caían desde la terraza hasta las paredes llenando de pétalos la superficie. Suelo cubierto de flores, que dejaban apenas algo de espacio para ver la abonada tierra de rededor. ¡Sin distracción y sabiéndome llegado a mi destino!; estuve parado por largo rato frente a la puerta del colegio. Respirando el aroma repelido por las flores y viendo como corría un mínimo riachuelo proveniente de la fontana, en la cual avisté una extraña estatua, tentacular y amorfa, realmente horrible. Imagen, que a mi pensar, me hacía recordar por un instante la cruenta efigie del mismísimo Cthulhu. En el justo momento cuando sentí, por segunda vez, un ligero temblor de tierra, no sé, si producto de mi abstracción y embeleso. Un calambre recorrió mi cuerpo de pies a cabeza, me hizo dudar de nuevo, me hizo reeditar mi concepto sobre la señora Ágora y su misteriosa oferta de empleo. ¡Estuve tentado a desertar!, pero luego de mirar alrededor y consciente de estar parado en la cresta de una colina, entonces, minimicé la impresión haciéndola pasar por un hecho aislado, fortuito, que tal vez en realidad fue simple obra de la imaginación.   

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¡Le había hablado a madame Ágora!, para optar por el contrato de "Jardinero". Y de acuerdo a mi experiencia en este oficio, sabía que un real jardinero disfrutaba ampliamente su trabajo. Más por tratarse de un bien ecológico y conservacionista, que por el aspecto lucrativo. No podía un jardinero hacerse rico, no podía un hortolano de oficio hacer fortuna cultivando un huerto o recolectando frutos a granel. No podía, sino, ser feliz, un hombre dedicado a trabajar con flores, con raíces, con hojas de verde clorofila. Sin embargo, al ver la zona en la que me encontraba, rodeada de tan exuberante belleza y del más puro ambiente natural. Supe, que así como, algo más allá de lo grato, también sería, exigente trabajo continuo y de abundante beneficio.

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> ¡De pronto!, me pude imaginar a mí mismo, haciendo el mantenimiento de las áreas de la escuela, recolectando ramilletes de magnolias para la señora Ágora. Rameando los frondosos arbustos de las casas que anteriormente había visto. Podando la grama san Agustín. Usando las tijeras para hacer formas creativas al ficus, recogiendo las hojas secas con pala y carretilla. Engalanando los pinos canadienses para la víspera de navidad, inclusive, porque no, encerando las pilastras de madera de algún chalet y colocando aditivos anti termitas en los machihembrados. ¡Por supuesto! obteniendo una jugosa paga por todo aquello, que me llevaba a pensar, estaba yo al momento justo y en el lugar adecuado, para dar solución a mis problemas económicos.

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Aun, parado frente al módulo escolar, viendo correr el agua de la fontana. Estuve tan ilusionado, que ya me hube repartido todas las funciones en aquella villa. Sin antes, haber hecho la entrevista, sin tan siquiera, tener idea real de los resultados ni de las funciones conferidas. Fue así, que apresurado, luego de mi compendio mental y mis suposiciones sobre las actividades a las que me podría advocar, volteé hacia el extremo opuesto de la calle, lugar donde se ubicaba la casa quinta propiedad de madame Ágora. ¡Me acerqué a la casa!, la cual diferenciada del resto, ésta era de diseño pétreo construida a manera de pantalla ciclópea. Paredes compuestas por lajas negras y grises de corte vertical entramado, ásperas como una lija. Muros como un ancla, altamente resistentes, a la vez, escarpados. Cuál ribera de río seco con su cauce marchito y erosionado, dejando nada más que las piedras amontonadas. Con apenas una ventana en el margen superior y una puerta que reposaba entreabierta sobre un montón de invasivos rastrojos que impedían cerrar la tranquera.

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Fue así como descubrí el enigma de Ágora, del cual, paso ahora a describir con pormenores, lo que vi: 

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https://cdn.steemitimages.com/DQmapFjzFoysPY4AE29VnAc2SvrT5vGwkdNQwM9etS8WZyk/1a.png[](https://docplayer.es/77976705-Oui-lu-inju-fif-0-u-ft-ncii-lml-c-z.html)</sub></sub>
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> _Eran una superpoblación de raíces expuestas, procedentes de algún tubérculo o cuerpo pulposo. Como rizoma o bulbo, como el jengibre, la cúrcuma o el tallo de bambú. De gran grosor, pliegues, revestidos por una concha delgada de color crema, perlada, parecido a la piel de la carne humana común. Entretejidos en un penacho gigante, hundido en la tierra y sobresaliente al pie del acantilado.  Produciendo la breña fijada con fuerza al lecho de la colina, a las rocas, emplazándolas y precipitándose hasta el fondo junto con ellas. Con movimiento propio, aquella raíz definía la semejante forma, con la mayor propensión, al rasgo antropomórfico. Suplían de brazos y piernas, pies, manos y cabeza. Con las cuales hacía opresión y daba tirones a la colina haciendo temblar las casas y arrastrándolas poco a poco al precipicio. Parecían seres acantonados, ciegos, blindados sin párpados, puestos en cautiverio en el lugar como un grupo de hombres que subidos unos en otros procuraban tejer la superficie de la tierra y sacar de su centro el lote de terreno donde estaba implantada la villa. Empinándola y otorgándole ese aspecto curvilíneo. Con su núcleo en el jardín, dotaban la casa quinta con talante de cárcel de máxima seguridad, de recinto para la pena y el trabajo forzoso. Así, el amurallado se instauraba al pie de las aceras abarcando todo el perímetro del barranco y el penacho enraizado, ese gran moño de pulpa que parecía estar vivo, convergía en una hojarasca parlante de color verde, que permanecía sentada al lado de un teléfono, tétrica y preocupada, falciforme y oblicua..._

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Portando mis instrumentos de jardinería. Vestido con bragas y guantes de carnaza en mis manos. Sujeté las tijeras, una pala y el madero garabato, de pié junto a mi carretilla. Luego de haber presenciado todo aquello, asomado por la puerta entreabierta, me dispuse a dar la retirada y salir corriendo cuanto antes del maldito refugio de la madame.

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<sub>**(Ni siquiera alcancé a dar un paso, cuando):**</sub>

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> _ ¡Sírvase usted en pasar!, ya le he visto al detalle...
_ ¡Con permiso!, entré al rayano obedeciendo el mandato de la voz...
_ ¡Deje sus herramientas!, no le harán falta... 
_ ¡Ok, como diga!

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https://media.tenor.com/images/b972e65e473e757a7e41ca6520011a3e/tenor.gif[](https://tenor.com/search/mandrake-gifs)</sub></sub>
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¡Reconociendo rápidamente el tono de voz!, pude saber que se trataba de madame Ágora. ¡Pero a decir verdad!, no la divisaba por ninguna parte, no supe identificar exactamente de donde provenía su voz...

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> _ ¡Tome su tijera y diríjase al acantilado!, ya no puedo soportar más el peso de esta colina... 
_ Pero?... No entiendo. ¿Dónde está?. Le dije...
_ ¡No te asombres!, tampoco desesperes. Estoy a tu alrededor, soy todo lo que ahora ves... es mi cuerpo.
_ ...?
_ Soy una "Mandrágora" y necesito recortar algunas raíces que han crecido demás. ¡Para eso le he contratado!, Por favor, tráteme usted con total delicadeza...

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<center><sub>**-:-**</sub></center>

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¡Una vez más, me recorrió ese frío por todo el cuerpo! y volví a sentir el temblor estremecer la tierra. Volví a sentir que todas aquellas casas caían sobre mí aplastándome sin remedio. Pálido, con ganas de huir y con el peor empleo que pueda tener un jardinero en toda su vida. Después de hablar con el espécimen. ¡No me quedó más!, que dirigirme hasta la barranca y cortar cuidadosamente las raíces de madame Ágora, al mejor estilo de la pedicura...</div>

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<center><sub>**FIN**</sub></center>

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