https://cdn.pixabay.com/photo/2017/11/29/02/59/planet-2985148_960_720.jpg<center>[Ilustración/Illustration](https://pixabay.com/es/photos/planeta-angustia-rescate-oc%C3%A9ano-2985148/)</center>

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<center><h3>Relatos anteriores / Previous stories</h3></center>

* [Una crónica de la obsesión - Insomnia / A chronicle of the obsession - Insomnia](https://hive.blog/hive-148441/@universoperdido/una-cronica-de-la-obsesion-insomnia-a-chronicle-of-the-obsession-insomnia)

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<center><h1>Versión en español</h1></center>

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<center><h2>Zozobra</h2></center>

Marcos se encontraba en el patio de su casa leyendo el periódico. Siempre se levantaba cada mañana a preparar el café oscuro matutino mientras oía el silencio de la ya terminal madrugada. Leía los títulos de las secciones, rápidamente y solo ponía atención a aquella que más le interesaba.

Esa mañana tan tranquilo, su hijo; Marquitos, se había levantado. Lo espantaron fuertes ruidos que no lo dejaron dormir.

—¡Papá! —Dijo el pequeño con vos cansada y asustada.

—Dime hijo, ¿qué ocurre? —Respondió Marcos preocupado.

—Mamá de nuevo está en la sala, murmurando cosas que no entiendo.

—Tranquillo hijo, quédate aquí. Voy a ir a verla.

Marcos se levantó de su silla mecedora pero antes de marcharse tomó un último sorbo de café. Marquitos se le quedó mirando hasta que cruzó el portal del patio y luego se sentó en el fondo para jugar con sus juguetes.

El hombre al entrar a la sala de su casa, se encuentra a su mujer arrinconada en un sofá; con las manos en el cuello en señal de angustia, y con la mirada perdida como si estuviese bajo el embrujo de algún trance. Marcos se acercó y puso sus manos sobre ella, en señal de consuelo.

—Raquel, aún es muy temprano, ¿por qué no vas a acostarte? —Le dijo Marcos a su esposa en tono sereno.

—¡No puedo hacerlo! De nuevo he tenido ese sueño. —Contestó Raquel con voz en tono de susurro entre cortante.

—Tranquila mi amor, ven aquí, recuéstate en mis brazos y deja que todos esos pensamientos se disuelvan como un veneno.

Raquel se inclinó rápidamente buscando la seguridad de su esposo. El impacto en sus ojos se deslizaba hasta sus brazos y su cabeza inclinada quedó opacada por sus antebrazos. No cerró los ojos en ningún momento, y de repente y sin más, rompió a llorar.

—No puedo dejar de pensar en ella, en sus ojos inicuos llenos de rabia y discrepancia, y en su cuerpo herido lleno de cicatrices, ¡Dios es algo que no puedo resistir! —Dijo Raquel con la voz rota, apretando con fuerza los brazos de su esposo.

—Por Dios Raquel eso pasó hace mucho tiempo, ya ella no es así. Nuestra pequeña ahora está más sana.

—¡Pero no es la misma! La miro a los ojos y veo dentro de ella un alma diferente, como si le hubiesen reemplazado todo lo que es, colocando una personalidad en la que no confío para nada.

—¿Por qué la desprecias tanto? Ella cuando te mira te ve con ojos de amor, no de malicia.

—Porque ella no es así, no digo que esté llena de perversidad, es solo que… no lo sé, hay algo en ella que no me transmite confianza, su sola presencia me trastorna. Cada vez que la veo me desvanezco de dolor, y solo recuerdo ese instante cuando era ella misma.

—Ya basta Raquel, ¿cómo vas a decir esas cosas? Por supuesto que es nuestra pequeña, esos doctores la salvaron.

—¡Esos doctores la destruyeron y luego la reconstruyeron colocando a un ser insidioso! —Dijo Raquel apartándose del lado de Marcos, enfrentándolo con su mirada de angustia y desafío.

—¡Son unos malnacidos mata mentes! —Prosiguió—Los maldigo con todas mis entrañas, a ellos y a todo ese hospital psiquiátrico. Mi pobre bebé… ¡soy una tonta! Debí protegerla, tenerla a mi lado y no dejar que se fuera, pero no debí dejar que me convencieras Marcos, no debimos dejarla allá… por favor déjame sola, no quiero verte por ahora.

Raquel vuelve a su rincón del sofá, mientras que Marcos, golpeado por el tormento se levanta y busca refugio en su habitación. Antes de entrar, vislumbra a través de la puerta hacia el patio a su hijo jugando con sus juguetes, y luego de unos segundos, el hombre entra a su cuarto.

Al estar dentro busca su celular y entra en el archivo de fotos. Allí, ojea los álbumes hasta encontrar las fotografías con su familia donde aparece Lucía, su hija recluida. Al verla detenidamente lo atacó una agitación de culpa, y comenzó a flagelarse después de tanto tiempo. No había hecho nada al dejar a su hija ser parte de esos experimentos ilegales que los psiquiatras le practicaron. Todo lo autorizó. Y en un desvanecimiento de sus facultades comenzó a llorar en silencio mientras miraba aquella foto.

—¡Perdóname Lucía, pero era por tu bien, sé que ahora estás mejor, por favor, perdóname…!

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<center><h1>English version</h1></center>

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<center><h2>Zozobra</h2></center>

Marcos was in the courtyard of his house reading the newspaper. He always got up every morning to prepare the dark morning coffee while listening to the silence of the late morning. He read the section titles, quickly, and only paid attention to the one that interested him most.

That morning his son, Marquitos, was up and about. He was frightened by loud noises that did not let him sleep.

—Dad! —said the little one with you, tired and frightened.

—Tell me, son, what's the matter? —Replied Marcos, worried.

—Mom is in the living room again, whispering things I don't understand.

—Calm down, son, stay here. I'll go and see her.

Marcos got up from his rocking chair, but before leaving, he took one last sip of coffee? Marquitos stared at him until he crossed the patio door and then sat down in the back to play with his toys.

The man entered the living room and found his wife cornered on a sofa, her hands around her neck in anguish, and her eyes lost as if under the spell of some trance. Marcos came and laid his hands on her as a sign of comfort.

—Rachel, it is still very early, why don't you go to bed? —Marcos said to his wife calmly.

—I can't do it! I've had that dream again. —Rachel replied in a sharp whispering voice.

—Calm down my love, come here, lie down in my arms and let all those thoughts dissolve like a poison.

Rachel bowed quickly, seeking her husband's safety. The impact on her eyes slipped into her arms and her bowed head was obscured by her forearms. She didn't close her eyes for a moment, and suddenly, without further ado, she burst into tears.

—I can't stop thinking about her, about her wicked eyes full of rage and disagreement, and her wounded body full of scars, God is something I can't resist! —Rachel said in a broken voice, squeezing her husband's arms tightly.

—For God's sake, Rachel, that happened a long time ago, she's not like that anymore. Our little girl is healthier now.

—But she's not the same! I look into her eyes and I see inside her a different soul, as if it had been replaced by a personality I don't trust at all.

—Why do you despise her so much? —I don't. When she looks at you, she sees you with eyes of love, not of malice.

—Because she's not like that, I'm not saying she's full of wickedness, it's just... I don't know, there's something about her that doesn't convey confidence to me, her very presence upsets me. Every time I see her I fade away in pain, and I only remember that moment when she was herself.

—That's enough, Rachel, how can you say such things? Of course she's our little girl, those doctors saved her.

—Those doctors destroyed her and then they rebuilt her by placing an insidious being! —Rachel said, turning away from Marcos, confronting him with her look of anguish and defiance.

—They're a bunch of mind-killing bastards! —She continued—I curse them with all my guts, them and that whole mental hospital. My poor baby... I'm such a fool! I should have protected her, had her by my side and not let her go, but I shouldn't have let you convince me Marcos, we shouldn't have left her there... please leave me alone, I don't want to see you for now.

Rachel returns to her corner of the sofa, while Marcos, beaten by the torment, gets up and seeks refuge in his room. Before entering, he glimpses his son playing with his toys through the door to the patio, and after a few seconds, the man enters his room.

While inside, he looks for his cell phone and enters the photo archive. There, he browses through the albums until he finds the photos with his family where Lucia, his secluded daughter, appears. Seeing her carefully, he was attacked by a wave of guilt, and began to whip himself after so long. He had done nothing to let his daughter be a part of those illegal experiments that psychiatrists performed on her. He authorized everything. And in a faint of mind he began to cry in silence as he looked at that picture.

—Forgive me Lucia, but it was for your own good, I know you're better now, please forgive me...

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