NOVELA: Una Novela Sobre Mi Mismo. 1pte. Cap.5 by absoluteurea

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NOVELA: Una Novela Sobre Mi Mismo. 1pte. Cap.5
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<div class=text-justify>—Niño, estoy orgullosa de ti —yo no estaba preparado para esto. 
—no exageres —fue mi pobre respuesta, mientras sentía que perdía el control de mí mismo. 
—¿cómo que no? —bueno, al menos no me iba a interrogar ni me iba a decir que volviera a Venezuela. En Francia estoy bien. Alemania se ofreció a darme asilo permanente y un puesto en sus servicios. Yo ya había aceptado, pero pedí que me dieran una licencia. No podía irme de Francia así como así. A los franceses no les interesa nadie, sólo ellos mismos. 
  
Quise cortar en seguida porque sé que Jois va a empezar a decirme cosas y tiene derecho. Me dijo que hubiera podido hacer algo por mí, pero yo no la dejé acercarse. Eso pasa desde nuestros años de estudiantes.  
 
Poco después, la segunda botella de vino había fallecido. La comida desaparecía. 
—este encuentro me tiene nervioso. —ella se quedó en silencio. Sonrió como para disimular el asunto: 
—tranquilo —y ella dejó de mirarme. Yo veía el resto del bar. A pesar de todo, el ambiente no estaba mal. 
Tenía la intención de continuar aquella conversación y quería saber si ella me iba atacar.  Ello me llevó a considerar que en París no pelearíamos.
—no vine a reprocharte nada. No me parece bien. —Dije que le creía, pero la verdad, no lo sabré nunca. 
—mira, yo estoy perdido. Y francamente no me importa. Pero como sé que este modo de vida no te gusta, entonces prefiero tenerte a distancia —ella tenía una expresión extraña. Como que se creía el asunto y a la vez, pensaba que era mentira. 
—estoy diciendo tonterías —Pero nada de lo que estábamos hablando tenía importancia real. 

Me dijo que las conferencias serían en varias facultades francesas. Me parecía bien. Total, podría salir de Saint-Tropez, podría hablar de mis libros, andaría solo (claro, yo sé que siempre me voy a llevar a Julia). 
—por allá hay gente que te extraña —dijo. Eso ya lo sabía, pero no es mi problema. Muchas cosas quedaron inconclusas y otras no tienen remedio, así que prefiero enfocarme en mi vida. Por otra parte, era ella quien estaba tocando el tema y yo me limité a decirle la verdad. Vino por fin la comida. Una cantidad espantosa. 
—voy a comer como una cerda. —dijo y nos reímos como locos y comenzamos a comer, mientras llegó una nueva botella de vino mientras yo le serví. Me preguntó si estaba trabajando en algún otro proyecto. Yo le dije que sí. Era cosa secreta. 
—conmigo no puedes tener secretos. Dímelo todo. —y otra vez, como un idiota, debía decirle algo que ni yo mismo había reconocido concientemente. 
—verás, estoy en dos novelas, tres investigaciones, un par de libros de historia y claro, poesía —ella contestó con un ajá, igual de vago que mi respuesta. 
—¿de qué tratan? —me preguntó ella así como quien no quiere la cosa. Yo estaba a su merced. 
—bueno, la novela es sobre New York y la otra sobre outsiders postmodernos. Las investigaciones son sobre poetas malditos y artistas polémicos. Los libros de historia son sobre guerras posmodernas. Mi poesía todavía toma forma de cierto momento de mi vida donde las encrucijadas aparecieron. —procuré ser lo suficientemente informativo, aunque no había dicho demasiado. Yo creo que ella sabía que no podía trabajar de manera esquemática y sujeto a protocolos. 

Si me iba para Alemania, todo dependería de la manera en como yo me adaptara a la nueva situación. De todas formas, Jois siempre encuentra la forma de trabajar conmigo sin importar lo difícil que sea. Le comenté algunas cosas y ella le gustó lo que le dije. Me parece que estaba maquinando alguna estrategia para conseguir poner nuestros libros en todas partes. 

Estaba un poco tenso. Le dije que iría al baño. Allí me hice un chequeo con doctor Blanco, me cayó bien. De pronto, entró una chica, rubia, vestida con una faldita gucci y una camisa que no supe identificar. Ella tenía un ejemplar de uno de mis libros y me dijo que quería un autógrafo. Supe que quería pelea. Tomé el ejemplar, viéndola de reojo y ella sabía que la veía. Saqué mi pluma Montblanc y comencé a escribir. Le apunté: “para que siempre te acuerdes de cuando nos conocimos” y le dije que podría darle otro en donde ella quisiera. Se me acercó y me dijo “házmelo” y la metí en un cubículo y comencé a besarla, como si hubiera pasado mucho tiempo sin besar a una mujer. Ella se quedaba quieta, como que quería que le hiciera lo que yo quisiera. Como no había tiempo, le subí la falda, abrí su camisa, puse a un lado su sostén y comencé a dedicarle mi atención a sus senos. Estaba excitada, baje una mano e hice a un lado su pantaleta y comencé a masajear su clítoris y sus labios. Su humedad me incitó a penetrarla. Me puse un preservativo y comencé. 

—me lo puedes meter sin condón —me dijo ella. Por supuesto, eso no iba a pasar. Fue un clásico rápido y furioso. Ella hizo algo de ruido, más del necesario, pero el orgasmo fue auténtico. Me quería meter otro pase, pero yo no sé quién es esa tipa y lo cierto es que no quería problemas. Se fumó un cigarrillo, no hablábamos, sólo sonreíamos. Salimos del cubículo. Ella se arregló. Luego me dijo que le había gustado la experiencia y esperaba que nos pudiéramos encontrar en un futuro y yo le pudiera autografiar otro libro. Me dio un beso en la mejilla. Yo me quedé allí, parado, con una sensación extraña. Me di mis pases. Regresé a la mesa. Al sentarme, Jois revisó el reloj y dijo: 
—pasaron 17 minutos —yo tenía mi mirada ida y se lo dije: 
—Jois, creo que me cogieron —ella se echo a reír: 
—¿quién? —la tipa pasó delante de la mesa y le indiqué. 
—¿ella? ¡No te lo puedo creer! —estaba incrédula, pero al ver que la tipa me veía y la veía a ella, ella reconoció el asunto y me dijo: 
—¡coño! ¡Veo que eres todo un galán! —y aquello me dio risa, pero no era así. Jois me dijo que esa chica era alguien importante, pero le corté el asunto: 
—verás querida, no quiero saber su nombre, ni nada de ella. Sólo pretendo quedarme con el olor de su piel, de su cabello, de sus labios. Con el buen sexo que tuvimos. —Jois me dio su signo de aprobación y luego dijo: 
—¿hasta cuándo? ¡tienes que madurar! —y se echó a reir y seguimos en nuestra labor gastronómica. Yo había terminado con mi plato y ella había pedido los postres. Llegó algo exquisito, una deliciosa y compleja torta cuyo ingrediente activo era el chocolate. Me serví más vino y también a ella. Comenzamos arremeter contra aquello y las cosas entre ambos estaban más que resueltas. </div>
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