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**Este artículo fue escrito originalmente para** [Caracas Chronicles](https://www.caracaschronicles.com/2018/07/09/seeking-justice-venezuelans-take-matters-into-their-own-hands/).

[Fuente](https://www.japantimes.co.jp/news/2017/07/31/world/politics-diplomacy-world/voters-snub-maduro-assembly-venezuela-protests-turn-deadly/#.W0KnodIzaUk)

“Yo siempre soñé con ser policía, pero mi mamá no me dejó”, decía el señor de unos 65 años aproximadamente, mientras los presentes nos reíamos por el tono de voz nostálgico con el que se expresaba. El escenario era [una de las camionetas particulares que se han incorporado al transporte público en Maracaibo](https://steemit.com/spanish/@braulio/maracaibo-donde-alguna-vez-hubo-algo-llamado-transporte-publico). 

“Si me hubiese dejado hoy sería orgullosamente capitán de algún cuerpo policial de Venezuela”, agregó mientras alguien le contestaba en tono burlón: “Será un capitán jubilado”.

Todo era risas hasta que contó los métodos que hubiese aplicado contra la delincuencia: “Y eso sí: malandro que hubiese agarrado, malandro que hubiese matado. Porque a esa gente hay que matarla. Así es que se acaba esto”, expresó mientras todos forzaban una sonrisa y yo pensaba en silencio: menos mal que su mamá no lo dejó.

Es dramático lo común que es escuchar este tipo de comentarios. La vecina, el señor que limpia la universidad, tu tío favorito, el entrenador del gimnasio o la profesora de castellano: cualquiera puede creer que las ejecuciones extrajudiciales podrían ser una verdadera solución contra la inseguridad, uno de los principales motivos por los que empezó el fenómeno de la diáspora venezolana. 

Esto ocurre, según me dice un activista de derechos humanos, porque la pena de muerte está sobrevalorada en el país y en muchos lugares de Latinoamérica. “Casi siempre se suelen justificar por casos como de alguien que violó o mató a una menor de edad, cuando en realidad son casos poco comunes y completamente aislados”. 

[Quedó evidenciado en el 2016](https://es.insightcrime.org/noticias/analisis/linchamientos-alza-venezuela/) con los linchamientos que eran difundidos a través de grotescas imágenes en las redes sociales donde se observaban a cientos de personas en diversos lugares de Venezuela golpeando en grupo a presuntos delincuentes y, en algunos casos, hasta quemándolos vivos. Escenas que se extendieron durante semanas. 

Pero estas acciones están lejos de ser una solución real. 

Según el Observatorio Venezolano de Violencia, [en lo que va de 2018 hay un promedio diario de 17 personas asesinadas por oficiales del Estado en operativos presuntamente contra la delincuencia](http://www.radiofeyalegrianoticias.net/sitio/2018/06/ovv-17-personas-son-asesinadas-a-diario-por-oficiales-del-estado/), lo que ubica a Venezuela en la cima del continente en cuanto a violencia policial.

Las cifras, que no son nuevas (sólo aumentó una persona diaria con respecto al 2017) y en nada han mejorado el problema de la inseguridad, también provocan otros efectos secundarios como la “criminalización de la pobreza”, de acuerdo a Roberto Briceño, director de la organización, quien explica que la mayor cantidad de asesinatos por la OLP o la FAES se registran en zonas populares. 

¿Pero qué se puede esperar de una ciudadanía cuyos líderes políticos manejan públicamente el mismo lenguaje de aprobación sobre las ejecuciones extrajudiciales, incluso por razones políticas, dando voz a sus seguidores más radicales para que hablen en televisión?

En diciembre de 2015, tras recibir una paliza electoral en los comicios a la Asamblea Nacional, Nicolás Maduro le dio la palabra en cadena nacional a un ex coordinador de los círculos bolivarianos durante la gestión de Hugo Chávez, que dijo que a los chavistas que se rindieran había que darle [“un pepazo por la cabeza”](https://www.noticiasrcn.com/internacional-america/chavista-recomendo-maduro-dar-un-pepazo-cabeza-quien-se-rinda) y, aunque lució sorprendido por la declaración, la tomó como un comentario jocoso y respondió: “no se te olvide que estás en vivo”.

Entre las joyas de funcionarios públicos está el recordado comentario del ex embajador Roy Chaderton a favor de [la pena de muerte contra “corruptos”](https://www.el-carabobeno.com/pena-de-muerte/), y la burla de la ministra Iris Varela hacia Óscar Pérez, catalogando los vídeos en Instagram donde alertaba que sería asesinado durante la masacre en El Junquito como [“el show de la llorantina”](http://www.el-nacional.com/noticias/politica/iris-varela-sobre-oscar-perez-ahora-viene-show-llorantina_218791).
 
Sobre este último suceso llamado oficialmente Operación Gedeón, Diosdado Cabello insinuó a través de su Twitter que activistas de derechos humanos y periodistas apoyaban el “terrorismo” por exigir que se le garantizaran los derechos al policía sublevado y sus lugartenientes.  

Pero no hay duda que la acción más escandalosa sobre el caso la cometió el propio Maduro, que días antes del suceso afirmó que había dado la orden de darle [“plomo” a los “terroristas”](http://www.el-nacional.com/noticias/gobierno/maduro-oscar-perez-ordene-fanb-plomo-con-los-terroristas_216153) y, tras aquel polémico operativo policial, dijo con orgullo en cadena nacional: [“Di una orden y se cumplió”](http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/america-latina/venezuela-es/article195019469.html). 

Tal vez el problema de raíz es la falta de aprecio de Venezuela por los derechos humanos, que ocasiona que la gente considere una violación despreciable de los derechos fundamentales como algo común. Hace dos meses, un hombre de 27 años llamado Luis Lozada fue asesinado frente a su hija en un barrio popular de Maracaibo por presuntamente robar un televisor. Su madre declaró días después que Luis no era un ladrón, pero como la policía creía que lo era, tenían derecho a arrestarlo, mas no matarlo.

En realidad, ni siquiera podían tocarlo sin una orden judicial. ¿Pero cómo explicas eso cuando el horror es algo cotidiano?