<html>
<p><img src="https://s2.postimg.org/f5zeapshl/paniko_cruz_4.jpg" width="960" height="720"/></p>
<p>Paniko Cruz. Sin título. 2016. </p>
<p><br></p>
<p><br></p>
<p><br></p>
<p><strong>El hombre frente a lo absoluto: </strong></p>
<p><br></p>
<p>Ahora bien, tratemos de integrar estas definiciones del hombre para darle un lugar en la lógica de lo relativo y lo absoluto. Recojamos las tres principales ideas acerca de la naturaleza del hombre: </p>
<p>1) El hombre es el deseo fundamental de ser dios. </p>
<p>2) El hombre no es más que <em>una cosa que piensa</em>, o sea, un espíritu, un pensamiento o una razón, </p>
<p>3) La proyectabilidad es la estructura <em>existenciaria</em> del “ser en el mundo”. </p>
<p>A pesar de lo disímiles que podrían parecer estas tres definiciones yo me atrevo a proponer una cuarta definición del hombre que las podría integrar, ya sugerida enormemente por los sociólogos postmodernos, especialmente por Baudrillard: <em>El hombre es lo que simula</em>. En la dinámica del hombre es la simulación la forma en la que se integran las características y potenciales del hombre. El hombre no puede Ser o Existir –ser Dios o ser el Diablo–, pero lo puede simular; tiene, basando en su razón, la capacidad de diseñar sistemas que simulen el Ser o la Existencia; su autoproyectabilidad es, justamente, esta habilidad única de desarrollar sistemas paralelos que ofrezcan a su razón la ilusión de realización, de volverse <em>absoluto</em>. </p>
<p><br></p>
<p><strong>La simulación: </strong> </p>
<p><br></p>
<p>La Simulación es el simulacro, es el ídolo <em>(simulacra)</em>, es la ideología. No es el arma evolutiva para lograr la realización sino el arma evolutiva para <em>aparentar</em> la realización; es la ilusión de la realización. No menos que utopía sino por encima de ella, por encima de todo: la simulación es el hombre en su definición extática, por arriba de lo social, de lo lógico, de lo místico, de lo metafísico, de lo óntico y de lo ontológico. Sistema hibrido, total y parcial, perfecto e imperfecto, absoluto y relativo, puramente irreal en su realidad, pero neuroléptico, capaz de insertar al hombre en sí mismo y dimensionarlo en su propia pureza, y volverlo, eso sí, absoluto en la relatividad inmanente de su conocimiento. La Simulación es un concepto absoluto, tanto como lo es el Ser y la Existencia; sus características son absolutas, son particulares; la Simulación renuncia a la verdad para construir la verdad, renuncia al objeto para convertirse en objeto, al sujeto para volverse sujeto, renuncia al conocimiento para derivar conocimiento., renuncia a la realidad para volverse real. Articulación artificial de todo lo que no es, máscara de disfraces, totalidad idólatra, reconstruye de manera virtual <em>todo</em>, <em>absolutamente todo</em>, para convertirse en una dimensión particular, esencial, ajena a lo que <em>es</em> y a lo que <em>existe</em> y de esa manera otorgarle al hombre su lugar en la filosofía, en la ontología, en la dialéctica de lo absoluto. </p>
<p><br></p>
<p><strong>La realidad</strong>:</p>
<p><br></p>
<p>Si bien la realidad fue concebida en un principio como el modo de ser de las cosas en cuanto existen fuera de la mente humana o independientemente de ella[1], actualmente esa idea ha resultado insostenible. El problema radica, precisamente, en tratar de demostrar la realidad de las cosas dado que estas están fuera de la mente. ¿Existen las cosas? ¿Existe el mundo externo? Para explicar esto, Descartes recurrió a la veracidad de Dios. Decía: Dado que Dios es perfecto, en su perfección, Dios, no puede engañarnos y no puede permitir que en nosotros hallan ideas que no representen nada. Pero para llegar a la existencia de Dios, Descartes, tuvo que admitir el principio de que debe existir al menos tanta realidad en la causa eficiente y total –Dios– como la que existe en el efecto –El mundo–. Como podremos imaginar, el desarrollo ulterior de este problema llevó, inclusive a la negación de la Realidad. Posteriormente, el empirismo inglés del Berkeley y Hume llevó la realidad de las cosas a su ser percibidas y, por lo tanto, la negó como modo de ser autónomo. Tanto Kant como el mismo Descartes, decían que la realidad de las cosas resulta un problema y exige una demostración. Un problema relacionado estrechamente a la existencia de las cosas. El problema fue explica por la conciencia que se tiene del objeto tanto en su Existencia –en su acción y devenir– tanto como en su Ser. Así, Fichte dice de la Realidad: “Fuente de toda Realidad es el <em>Yo</em><em><strong>[2]</strong></em><em>, </em>sólo por el Yo y con el Yo es dado el concepto de la Realidad. Pero el Yo es porque se pone y se pone porque es. Por lo tanto <em>ponerse</em> y <em>ser</em> son una sola y misma cosa. Por lo tanto, toda Realidad es activa y toda cosa activa es realidad” Esta, pues, es una reducción de origen idealista: volvemos a lo mismo: la realidad, es pues, a que sólo puede ser aprehendido el conocimiento en el mundo de las ideas. Heidegger, como lo había comentado en la introducción, elimina el problema de la existencia y la realidad fuera del sujeto, diciendo: “Creer en la realidad del mundo exterior, con derecho o sin derecho, probar esta ‘realidad’, satisfactoria o insatisfactoria, presuponerla, expresamente o no, semejantes intentos –estos últimos– que no son dueños del propio terreno del sujeto viendo a través del él plenamente, suponen un sujeto que empieza por carecer de mundo o no estar seguro del suyo y por lo tanto, necesita en el fondo asegurarse primero de uno”. Elimina, pues, el supuesto falaz de un sujeto sin mundo, o sea, el supuesto de que el hombre no sea siempre y ante todo un ser en el mundo. Así, solo es posible traducir en conceptos ontológicos el ser de los entes intramundanos –este ser en su <em>ser ahí–</em>. Este ser ahí no es otra cosa que esa actividad. Y esa actividad, esa realidad del mundo termina por ser, como dice Hegel: “La unidad inmediata que se ha producido, de la esencia y la existencia o de lo interno y de lo externo”. La Realidad no es otra cosa, pues, que la conciencia de ser ahí, en el mundo; y de esa manera, la comunión del Ser y la Existencia. </p>
<p><br>
</p>
<p>[1] Duns Scoto. La usaba para definir justamente la individualidad que consistiría en “la última realidad del ente”. </p>
<p>[2] El Yo como conciencia. </p>
</html>