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<p><img src="https://cdn.steemitimages.com/DQmYP5UGn3tpShNZx7FLJxARCQdBLbCvyvxtBKGeJntioi7/Imagenes%20steemit.png" alt="Imagenes steemit.png"/><em>Imagen editada con </em><a href="https://www.canva.com/join/nxh-kfz-fjj"><em>Canva</em></a><em>. Fuente de la imagen: </em><a href="https://www.canva.com/media/MAEopAITevM"><em>Canva</em></a></p></center>
<div class="text-justify"><p>Hay momentos en la vida en que uno anhela obedecer los impulsos del alma y del corazón, de esos que el autocontrol retiene por numerosos factores. En especial si estos impulsos son volátiles y violentos, perjudiciales para nuestro bienestar socioemocional. Ya sea que estemos ante un conflicto con un pariente tóxico que se ofende cada cinco minutos ante un favor negado, que estemos ante un ataque de ansiedad, que padezcamos depresión o que sintamos que nadie quiere escucharnos, siempre buscamos maneras no dañinas de descargar nuestras emociones.</p>
<p>Las formas más usuales de descargar todas nuestras emociones las podemos encontrar en el arte y la literatura, sea a través de la escritura, del dibujo, la pintura o la fotografía. En mi caso, la escritura me ha ayudado un sinfín de veces en toda clase de situaciones. Enojada, triste, feliz o reflexiva, siempre busco la oportunidad de sentarme aquí a escribir, a descargar lo que siento; a veces mis emociones servían de inspiración para redactar mis historias y poemas, y de forma especial los capítulos de los proyectos literarios en los que, de tiempo en tiempo, estoy trabajando.</p>
<p>Y estoy segura que, como yo, muchos utilizan esta u otras formas de expresión para descargar lo que no pueden decir por motivos diversos, ni siquiera de forma pública. Digamos que hemos encontrado en la escritura un escape, un bálsamo auxiliar para curar las heridas del alma; una manera de expresar lo que no sale de nuestros labios, sea éste bueno o malo, y mantenerlo para nosotros mismos en caso de que sea algo cuyas consecuencias son graves para nosotros mismos y para otros.</p>
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